Lo primero de todo es dejar los garbanzos en remojo durante toda la noche, con una pizca de sal.
Al día siguiente, escurre los garbanzos y échalos en una olla. Vuelve a cubrirlos con agua en abundancia, añade otra pizca de sal y cocínalos a fuego alto durante unos 60-75 minutos, dependiendo de la potencia del fuego.
Mientras tanto, iremos preparando el resto de ingredientes. Tuesta las semillas de sésamo en una sartén a fuego medio. Debes removerlas constantemente para que no se quemen, y en unos 5 minutos ya deberían estar oscurecidas y listas para sacar.
Echa las semillas ya tostadas, junto con dos cucharadas de agua y una de aceite de oliva, a una batidora. Bátelo hasta lograr una pasta homogénea.
Cuando los garbanzos ya estén cocidos, escúrrelos y mézclalos en la batidora con un poco de agua de la cocción de los garbanzos, la pasta de las semillas de sésamo, los dos dientes de ajo, el zumo de medio limón, el comino, el aceite de oliva y el pimentón dulce. Bátelo todo bien, teniendo en cuenta que la densidad puedes variarla añadiendo más o menos agua.